viernes, 9 de junio de 2017

Dwae-ji-ui wang - 2011


Director: Yeon Sang-ho

La opera prima del director de "Train to Busan" y "Seoul Station" es ésta, "The King of Pigs", y como las de zombis ya las comentamos por acá, creo que en su momento dije que me pondría a ver la que ahora les comento, y como estos días ando atando cabos sueltos, supongo que mejor timing no voy a encontrar. Yeon Sang-ho también hizo "The Fake", pero no la tengo así que la dejaremos para más adelante.


Uf, parece que el tema de la maldad (o de los actos, comportamientos o conductas inhumanas) se ha ido apoderando un poco del blog, no quiero parecer chiste repetido (porque como saben, chiste repetido sale podrido). En todo caso sería simplista decir que "The King of Pigs" trata únicamente sobre la maldad o la violencia. Así por dar una definición rápida, la opera prima de Yeon Sang-ho es una suerte de oscuro y sombrío anti-coming-of-age (porque acá la infancia es una caída a ningún lugar, un irrevocable no future, no un proceso de construcción de identidad sino que de destrucción) en donde dos sujetos cuyas vidas no han resultado todo lo exitosas y provechosas que soñaban se reencuentran y recuerdan sus días de escuela, turbio período influido poderosamente por la presencia de un misterioso muchacho de actitud temeraria e indolente que no está dispuesto a que los matones del curso y del colegio lo pisoteen cuantas veces quieran... Porque sí, la escuela a la que iban los protagonistas es un hervidero de matones organizados como una verdadera mafia que aplasta impunemente a aquellos que no se pueden defender, a aquellos considerados escoria. El asunto del bullying puede ser tomado como la base para multitud de reflexiones, analogías y críticas sociales (la escuela como reflejo de la sociedad surcoreana de aquel entonces, por qué no: prostitutas maltratadas, personas al servicio de otras, la desigualdad en las relaciones interpersonales), así como también la filosofía del muchacho misterioso, cuyos postulados descansan en la máxima esencial de que para poder enfrentar a los matones, hay que ser más malo que ellos (y yo que pensaba que su pensamiento iba por el lado ácrata y rebelde, sobre todo por esta división entre "perros", los matones dueños del poder, la élite, y los "cerdos", aquellos que deben sufrir la tiránica ira de los primeros: yo pensé que el muchacho misterioso quería alterar el sistema y sembrar la revolución, al final resulta que sólo estaba enojado con la vida). En cualquier caso, más acá de cualquier conclusión que extraigan del relato, lo cierto es que "The King of Pigs" destaca también por su atmósfera densa y opresiva (gente mezquina, gente abusadora, gente desafortunada, víctimas indefensas), por su robusto tratamiento y construcción de personajes (así como de la frágil y conveniente, por no decir ambigua moral que tiene cada uno, no obstante el imperecedero afán de justicia que subyace a su ira contenida), y por una historia que logra capturar tu atención y desarrollarse con firmeza y seguridad, contundencia y furia, amén de la gélida y cruda apuesta formal del director.
Terminada la película quedé con la sensación de que, si bien toda la historia del colegio (cuyo eje central es el chico misterioso y cómo convulsionó el de por sí repugnante ambiente escolar) me parece potente y sensacional, la trama que transcurre en el presente, con estos dos sujetos de problemáticas y fallidas existencias que se reúnen a recordar una etapa tan crucial en sus vidas, era un tanto insustancial, básicamente porque no lograba captar de manera nítida el fin ulterior de tal ejercicio de memoria: ¿era para compadecerse a sí mismos?, ¿para intentar recuperar cierta sensación de seguridad dada por el muchacho misterioso?, ¿para indagar en las causas del fracaso en sus vidas?, ¿o simplemente porque sí? Ahora me queda más claro todo, especialmente tomando en cuenta dos hechos sumamente importantes introducidos al inicio mismo del relato: lo primero que sabemos de los dos sujetos que se reúnen, si bien paulatinamente vemos que fueron víctimas de la crueldad y abuso escolar, es que también son victimarios: uno mata a su esposa y el otro es un enfermizo celoso que golpea a su novia. Al final todos son víctimas y matones, perros y cerdos, y la diferencia bien podría ser inexistente. ¿Entonces para qué recordar, con qué fin? Para remarcar esa verdad: no hay cerdos ni perros, solamente gente que hace daño: el protagonista que golpea a su novia despertará de su ilusión de eterna víctima y se dará cuenta de lo que en realidad es. Una película inteligente, qué duda cabe.
Increíble las cosas a las que llego mientras escribo estas entradas, jo, jo. Ahora a dormir, maldita sea...

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